A veces necesitamos que algo caiga del cielo para volver a reír como niños, algo como la borrasca Filomena por ejemplo.
Y aunque sé que muchos opinarán que la gilipollez y la irresponsabilidad fueron las más vistas durante esta nevada en Madrid, porque aun estamos en pandemia, la verdad es que era muy difícil no emborracharse bajos los aires de libertad que te da el pisar nubes de algodón de azúcar por las calles de tu barrio.
Luego de un año tan confinado, tan lleno de tristezas y tan atestado de cuentas por pagar, Filomena, al menos por unos días, nos recordó que para disfrutar de grandes momentos no es necesario invertir mucho dinero, solo basta un par de disfraces de dinosaurios y una mesa de planchar como tabla de nieves para que comience la fiesta.
Esta nevada también nos enseñó otras formar de socializar. ¡Al diablo con las medidas del Gobierno! Si hacemos una guerra de bolas de nieve en Gran Vía entre dos bandos de absolutos desconocidos, sacaremos un montón de nuevos amigos con los que iremos a beber ‘cuando esto pase’, quizás la frase más usada en los últimos 9 meses y la que más nos atormenta cada vez que disfrutamos de un pequeño placer porque ‘esto aun no ha pasado’. Y la pregunta es ¿alguien sabe cuándo pasará?.
Yo, que estoy a mas de 400 kilómetros de Madrid pero con la misma sensación térmica en mi piso que la de esta ciudad, he reído a carcajadas viendo a más de uno hacer del tonto; hubiera querido estar ahí para tumbarme de espaldas en la nieve, lanzarme de cabeza por una bajada de hielo y cantar a todo volumen en el centro de Madrid ‘ni una sola palabra’ de Paulina Rubio, porque para seguir viviendo hace falta de vez en cuando olvidar que somos adultos y dejar de ir tras la zanahoria.
Ahora, cuando las calles de Madrid se derriten y muy pronto convertirán a sus habitantes en zombies de ‘la nueva normalidad’, quiero ser cursi y pensar en las historias de amor que nacerán gracias a Filomena, en las niñas que llegaron a este mundo durante la borrasca y llevarán su nombre, en las anécdotas que más de uno tendrá que contar, muy probablemente acompañada de una cicatriz que la respalde y sobre todo en los recuerdos que llenarán el kit de primero auxilios, que servirán como bálsamo contra la desesperanza y aliento para seguir buscando la magia en lo simple.
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