Aprendiste a decir NO. Limpiaste los cajones y sacaste todo ‘eso’ que los años convirtió en basura.
Hiciste ejercicios –o al menos lo intentaste-.
Volviste a lo clásico: llamadas telefónicas o en su defecto las modernizaste con video llamadas. Reíste y lloraste –al mismo tiempo y en distinto orden-. Te reencontraste con gente a la que tenías mucho tiempo sin ver –vale igual si fue de manera virtual-.
Te convertiste en un experto de geles hidroalcohólicos, almacenaje de comida y colas en el súper. Fuiste amable. Bailaste. Cantaste a todo volumen. Supiste controlar la ansiedad y no enloqueciste en el intento.
Caminaste calles desoladas. Te sentiste un superviviente. Diste consuelo y te auto consolaste. Aprendiste a vivir contigo y con/sin los demás. Pusiste en ‘modo avión’ tu teléfono por varios días y el mundo siguió girando.
Hiciste compras online y luego las devolviste. Flexibilizaste tus horarios de comida y sueño. Cocinaste platos dignos de un chef de alta cocina y también de un aprendiz sin futuro en la gastronomía. Comiste comida recién hecha y recalentada.
Te echaron del trabajo y ese era el empujón que necesitabas. Hiciste ‘limpieza a fondo’ en la casa y en tu vida. Leíste el libro que llevaba años sobre la mesa de noche. Regalaste todo lo que ya no usabas y también compañía a quien la necesitara.
Comprendiste que siempre hay lugar en la mesa para uno más. Mentiste. Te convertiste en todo un experto en zoom, teletrabajo, grabación de notas de voz y vino tinto. (te) Perdonaste. Aprendiste que el mejor ingrediente en la cocina es el amor. Creaste un mega guiso mezclando las recetas de toda la familia.
Te equivocaste. Pediste prestado a un niño para llevarlo al parque y así poder salir de la casa. Aprendiste nuevas palabrotas. Ganaste la lotería –o quizás no pero te sentiste igual de afortunado-. Comprendiste que todo el mundo, de alguna forma, puede regalar felicidad.
Viste partir a seres queridos y lo aceptaste desde el agradecimiento por el tiempo compartido con ellos. Depuraste tu lista de contactos y de amigos y de familia. Te conmoviste hasta los huesos por la solidaridad que recibiste de personas extrañas. Conociste a tus vecinos.
Te creíste detective –o fugitivo- usando tapabocas y gafas de sol. Jugaste como un niño. Te emocionaste viendo las flores en primavera. Aprendiste a vivir en el presente. Hiciste nuevos amigos, da igual si en persona o en cursos online. Desarrollaste una enorme imaginación.
Te divertiste hablando solo en la calle sin que nadie pudiera ver tu boca. Netflix se convirtió en tu nuevo mejor amigo. Lo intentaste. Fracasaste. Lo lograste. Escribiste. Grabaste al menos un vídeo y lo subiste a tu Instagram.
Fuiste tu propio súper héroe. Buscaste dentro de ti las respuestas a todas tus preguntas. Comprendiste con quien si, con quien no y con quien NUNCA. Venciste tus monstruos. Descubriste que eres muy fuerte.
Aprendiste algo, da igual si a través del dolor, la alegría o la decepción, aprendiste algo, quédate con eso.
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