Advertencia: el siguiente post está escrito en primera persona. Es una historia real. Mi historia.

Gordiflaca: «es una persona que aparentemente está flaca, pero en realidad necesita adelgazar, es decir eliminar parte de la grasa que tiene acumulada en su cuerpo y generar más masa muscular».

Yo le agregaría: una persona delgada por pura buena suerte pero nada saludable, con estrías, flacidez, celulitis, mala respiración, taquicardia y sin resistencia física. Una descripción de lo que he sido yo por mucho tiempo hasta que este año dije «No Más» -gracias al apoyo e insistencia de El- cambiando así mi estilo de vida de forma real, sin falsas promesas o la ilusión óptica de ser una hippie deportista que camina al aire libre.

La verdad es que -aunque para quienes me conozcan pueda resultarle extraño- siempre sufrí por mi peso. A ver: en una familia mitad portuguesa-mitad española el ser muy delgada es casi que una tragedia. Mi peso siempre fue una conversación o pregunta recurrente en los encuentros familiares: «¿qué le pasa a la niña que está tan flaca?». Esto aunado a los comentarios de amigas y compañeros de trabajo que se pasearon desde «¿Estás enferma?» hasta «¿creemos que eres bulímica?«.

El otro lado de la moneda era mi poca resistencia física con mis 51 kilos. No tenía fuerzas ni en mis brazos ni en mis piernas. ¿Subir unas escaleras? terminaba casi que gateando. ¿Practicar un deporte? Esa no existe. ¿Inscribirme en un gimnasio? ¡Ni pensarlo!

La realidad es que muchas cosas cambiaron este año, entre ellas pensar más en mi. Así que vencí mis miedos e inseguridades -porque esas son las verdaderas razones, no las excusas absurdas que nos inventamos- y me inscribí en un gimnasio. Mi primer día fue abrumador (puedes leer sobre esa experiencia aquí https://lataparadigital.com/2017/10/17/diario-de-una-chica-no-fitness-en-su-primer-dia-de-clases-de-power-bike/ ) sé que para muchos sonará tonto pero para mí dar ese primer paso, fue decirle adiós a un monstruo con el que lidié por más de dos décadas.

Y hoy reflexionando un poco me di cuenta que muchas veces subestimamos lo que hacemos. Solemos creer que si no descubrimos la cura contra el cáncer o diseñamos una nueva nave espacial pues nada importa, todo pasa desapercibido, nada merece ser celebrado, cuando la verdad es que cada paso avanzado o miedo conquistado, por muy pequeño que parezca, debe ser elogiado y servir de motivación para ir por más.

Yo, por ejemplo, cuando logro completar una clase de power bike con éxito, donde me exigí y entregué más que el día anterior me abrazo a mi misma en la bicicleta ¿Y por qué no hacerlo? Si antes no podía subir tres pisos por las escaleras y ahora resisto 45 minutos pedaleando sin parar, ¡claro que lo celebro!

Además, cada día cuando veo que tengo más coordinación, resistencia y constancia -esta última es una de las cosas que más me cuesta mantener en mi día a día- solo puedo dedicarme palabras llenas de admiración y amor, me miro en el espejo y me aplaudo por tomar la decisión de despedir a la gordiflaca que me acompañó por tanto tiempo y darle la bienvenida a una mujer saludable.

Así que si sientes que este año pasó «sin pena ni gloria» te pido que revises muy bien y  busca nuevamente dentro de ti. Estoy segura que si comienzas a verte con otros ojos conseguirás muchísimos logros, importantes en tu mundo, que pueden ir desde haber mantenido el orden en tu cuarto hasta no comerte más las uñas ¿lo intentas?.

Anuncio publicitario