Como venezolana hago un paréntesis en el ADN de mi blog para plasmar en este post algunos de mis sentimientos y pensamientos que ahogan mi alma y mi mente, tanto como los gases lacrimógenos que se respiran a diario en la tierra de Bolívar.

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Para quienes no me conocen nací en Venezuela hace casi 37 años, de un padre canario y una madre portuguesa , soy periodista y aún vivo en mi país con la angustia en el cuerpo como el calcio en los huesos y la ansiedad convertida en mi propia sombra.

Mi listado telefónico de amigos esta multiplicado por dos. Me explicaré mejor:  por ejemplo tengo guardo en mi teléfono celular el número de mi amiga María Victoria, el que tenía ella acá con la operadora venezolana y de la misma manera tengo un nuevo contacto que dice ¨María Victoría Argentina¨ (ella, como casi 3 millones de venezolanos, tuvo que irse del país). Quizás sea tonto pero como palmada de aliento para mí misma me he negado a borrar los números de quienes se han ido, albergando en mi corazón la esperanza que pronto me llamarán y me dirán ¨Betty estoy aquí, vamos a tomarnos un café¨.

Para mi no hay aquí o allá, simplemente siguen aquí, en mi corazón. Sin embargo, muchas personas han expuesto una clasificación de ¨los venezolanos de aquí¨ y ¨los venezolanos de allᨠrefiriéndose a los que viven en Venezuela y los que están en el exterior.

IMG_8393Fotos de mi autoría tomada en la Isla de Margarita, Venezuela.

Yo me niego a caer en esta clasificación, así como me he negado a ir a las fiestas de despedidas de todos los afectos que ya no están a 20 minutos de mí, sino  en otro huso horario, en otro continente o en otra fecha distinta a la que veo en mi calendario en este momento.

El amor por la patria que te vio nacer no se mide de acuerdo a la distancia en la que te encuentres de ésta. Tampoco es más venezolano el que resiste la dictadura en el lugar, ni menos el que decidió probar suerte en tierras lejanas. Todos sufrimos por igual la opresión de la bota militar del régimen, las heridas de  los que se han enfrentado a esta pesadilla, el vacío que dejan los que ya no están con nosotros.

Como mujer me resulta doblemente indignante a lo que nos ha sometido el sueño absurdo de un militar que hoy yace a dos metros bajo tierra. La revolución bolivariana (en minúsculas) ha tirado por la borda las batallas que libraron miles de mujeres a lo largo de la historia para alcanzar la igualdad de género.

Una venezolana no puede sentir eso que llaman ¨empoderamiento femenino¨ cuando el control de su cuerpo se le escurre entre los dedos al no conseguir la píldora anticonceptiva, sacrificar las consultas médicas con el ginecólogo porque la visita cuesta el salario de trabajo de un  mes o peor aún pedirle a sus amigas en el exterior que le envíen con algún conocido toallas sanitarias porque no las consigue, son impagables o porque se niegan a comprárselas al hombre que las vende en la esquina de su casa quebrando el sistema laboral, amparado por ¨las autoridades de mi país¨ (revendedor conocido como bachaquero).

Yo no creo que una venezolana ¨de allᨠno se conmueva por el drama que padece cada día ¨las de acá¨. Amén de las mujeres que deben abandonar el sistema laboral para pasar días enteros paradas en largas filas frente a supermercados en busca de comida para sus hijos, enfermándose, arriesgando sus vidas y aguantando tratos inhumanos por parte de sus parejas, sin poder dejarlos, porque la crisis económica las acorraló, las vulneró, les arrebató la independencia para convertirlas en dependiente de algo o de alguien.

Señores no creo en los venezolanos de aquí o de allá porque el nudo en la garganta duele igual en Europa o en América.

Si algo me ha enseñado todo esto que le tocó vivir a mi país es a valorar a cada persona que está cerca o lejos de mí. En centrarme solo en lo bueno, en hacer las paces con la humanidad, a inyectarle energía a los corazones de quienes están a mi alrededor, a dar las gracias por cada mínimo detalle que se cruza en mi camino todos los días.

En mi corazón todos estamos aquí. Unidos por un solo objetivo: Democracia en Venezuela.

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