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Recientemente estuve en una parrillada (barbacoa) entre amigos. 5 parejas adultos-contemporáneos, algunos casados, con hijos, sin hijos o viviendo en pareja. Fue una noche divertida que pasó entre tragos de whisky, anécdotas, comida sabrosa y muchas risas.

Esa noche conocí a una pareja con poco tiempo de casados y sin hijos. Ella súper dulce y buena vibra, él hablador y bromista, prácticamente fue quien animó la velada.

De todo tenía un cuento, una historia, algo que acotar que nos hacía reír -hasta llorar- a todos.

El 90% de esas historias y anécdotas tenían que ver con novias, amores del pasado, locuras con mujeres, encuentros casuales, «culos», entre otras definiciones;  reitero nuevamente que nunca dejó de ser divertido.

pareja

Entre tanto relato de su pasado amoroso me detuve a verla a ella, la linda esposa que tenía a su lado. Pude descifrar que era  eso que llaman «una mujer de su casa», profesional, tranquila, dedicada a sus estudios y carrera, que la sacaron de su hogar para casarse, el sueño quizás de muchos hombres.

Pude notar también cómo de momentos se sentía incomoda, reía para no parecer eso que llaman «rompe grupo» pero con mucha resistencia en su cara, cada tanto bajaba la cabeza y mientras nuestras risas hacían más ruido, de forma silenciosa ella quería gritarle a su esposo «ya no más historias de tu pasado junto al historial de mujeres que presumes».

Comienzo a caer en cuenta sobre la notable diferencia que existe, por muy tiempos modernos y «open mind» que podamos ser, entre el pasado de un hombre y el de una mujer. El del primero es divertido y digno de contar a los 4 vientos, mientras más mujeres en su haber más afirmada su masculinidad; es mejor que el hombre haya vivido bastante en su juventud para que se «enserie»de adulto… pero ¿sucede lo mismo en el caso de las mujeres?

Me atrevería asegurar y escribir en mayúsculas que NO. Debemos reconocer que son muy pocas las mujeres que recrean los encuentros con amigos contando historias de su pasado  como «cuando yo salía con ‘fulanito’ y a la vez con otro noviecito que tenía la pasaba buenísimo, una vez casi me descubren los dos» o «yo si tuve novios, ellos lloraban por mi pero yo me los vacilaba a todos, cada fin de semana me iba de fiesta con uno diferente».

mujer sexy

De verdad, con la mano en el corazón diría que muy pocas mujeres son capaces de hacerlo sin sentir que van a ser tildadas con algún adjetivo calificativo  digno de una dama, al menos en sociedades como la venezolana que es donde vivo. Otras guardarán entera discreción porque sienten que hablar de relaciones anteriores molestará o incomodará al hombre que tienen al lado.

Esto sin duda es algo que se va inculcando desde la infancia. Quizás muchos al leer este post pensarán que soy una exagerada o feminista frenética, pero los invito a detallar los comentarios que escuchamos y  hacemos a los niños desde pequeños. Si es un varón se resaltará y hasta será motivo de orgullo que sea enamoradísimo, picarón, se le preguntará siempre cuántas -en plural- novias tiene, será el tema de conversación central y recurrente en encuentros con familiares y amigos, se llamará al pequeño para que en el medio del grupo relate cómo va rompiendo corazones ¿chistoso verdad?

En el caso de ser niña el panorama se torna totalmente distinto. Si la pequeña muestra mucha simpatía e interés por el sexo opuesto,  a los padres les tocará escuchar frases como «esa conducta debes corregirla de pequeña» «sino pones mano dura ahora, de grande te dará severos dolores de cabeza». Y en los encuentros familiares la niña será llamada para escuchar -no hablar- consejos como: «debes enfocarte en tus estudios, cero novios, ya tendrás tiempo para eso cuando seas mayor.» o «que yo no me entere que andas por ahí de amores con alguien, eres una princesa , no todos te merecen».

Y de esta manera comienza un espiral de diferencias. De ser compresivos con los varones y punitivos con las hembras. Si, es cierto que somos diferentes y que existen estilos de vida para cada género, pero esto no debe llevarnos a la época de la rueda y ser ,de forma selectiva,  primitivos pero modernos a la vez, es como tratar de mezclar el agua con el aceite.

Si tienes hijos de ambos sexos y muestras notables diferencia entre lo que uno puede hacer y el otro no, sin darte cuenta estarás criando una hija sumisa, que entenderá que el hombre tiene licencia para hacer todo lo que le plazca, mientras la mujer debe aguantar y callar, porque así criaron sus padres a su hermano y a ella.

Hagamos que impere la lógica, la sensatez, los sentimientos y sobre todo el equilibrio en la vida de cada ser querido a nuestro alrededor. Si eres padre toma conciencia del hijo que mañana entregarás a la sociedad, no somos perfectos, pero sí seres pensantes.

Juzguemos menos y amemos más!

 

 

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