Estoy totalmente clara que la vida de cualquier persona -hombre/mujer- cambia con la llegada de un nuevo integrante a la familia. No lo he vivido aún en primera persona, pero si como acompañante y vaya que resulta ser todo un torbellino de emociones.
Lo que quizás no pueda procesar -lo confieso- es cómo las mujeres pierden toda su esencia íntima, personal y profesional para convertirse en solo madres a tiempo completo.
Cuando leo las biografías de sus perfiles en redes sociales dejan de ser «Ana» «Luisa» «María», abogada/periodista/administradora; amante de los deportes extremos, la lectura o fotografía -respectivamente- para convertirse en: «madre y esposa de Luis y Carlota, Fabián y Alejandro, José y Carolina». (nombres y ejemplos ficticios).
Lo anterior es en el plano digital, en el plano real pasa a ser mucho más escalofriante. No pueden contestar un mensaje vía WhatsApp de su mejor amiga y enterarse qué pasa en el mundo real porque ¡imagínate! dejará de ver al bebé y de atender al esposo por 5 minutos, por lo que se convertirá en una pésima madre y esposa.
Vestir ropa con buches de leche o deportiva (pantalón y suéter) todo el día está permitido porque «no me da tiempo de arreglarme, me pongo lo primero que consigo y no puedo tardarme mucho, si lo hago muy probablemente el niño sienta abandono o mi esposo se coma la comida fría».
Ni hablar de inmortalizar un recuerdo con tu amiga, que ahora es mamá, a través de una foto: «Ser madre es lo más bello que me ha pasado, no lo cambiaría por nada del mundo, sin embargo después del embarazo odio mi cuerpo, cómo quedó mi piel y las arrugas que aparecieron en mi rostro, así que ni se te ocurra tomarme una foto porque te dejo de hablar, amiga».
Lo peor quizás es sugerirle a tu amiga-madre, una salida de 1 hora para tomar un café juntas: «NOOOOO -con la mano en el pecho- NO PUEDO. No le puedo dejar el bebé al padre, él está muy cansado siempre de la oficina, no le pido nada cuando llega a casa y este fin de semana se irá a pescar con sus amigos mientras yo cuido a los niños para que se relaje un poco, así que será otro día amiga» (Quizás cuando los hijos se gradúen de la universidad).
Y si tocamos el plano profesional es algo así como ver el sacrificio hecho persona para alcanzar el perdón de los pecados y la luz celestial: «Yo era una mujer exitosa en mi trabajo, veo la ropa que usaba para ir a la oficina y me da nostalgia, extraño las reuniones con profesionales y el conocer un montón de gente a diario, pero alguien tiene que «sacrificarse» por los hijos, la presencia de la madre es muy importante así que sigo con ello a sus 12 años de edad».
Alto. Me detengo. No quiero seguir transcribiendo historias vividas con mis amigas. Ni teclear nunca más palabras como «sacrificio» o «ser mamá me hace feliz perooooo».
No pretendo juzgar a nadie ni descargarme con las madres. Las defiendo, apoyo y reconozco que criar a un hijo es una de las cosas más difíciles de este mundo. Lo que realmente quisiera decirles es que si, son madres, únicas, maravillosas, auténticas, pero también son mujeres, amigas, profesionales, que sienten, padecen y no son perfectas, ni tampoco tienen por qué serlo.
También quiero develarles algo a las madres: La maternidad es compartida -un inciso aquí para aplaudir de pie y hasta que me sangren las manos a las madres solteras que sí deben hacer todo solas sin ayuda de nadie-. Si tienes un compañero o compañera deben intercambiar tareas y tiempo. Que así como el padre puede irse a despejar su mente un fin de semana con sus amigos, totalmente válido, tu también debes hacer lo mismo. Te mereces una hora con tu mejor amiga para hablar de banalidades varias y no de «pañal, fiebre, pupú, buche» al menos por ese tiempo.
Asimismo, quiero RECONOCER (en mayúsculas) que no hay nada más valioso que el acompañamiento de una madre en la vida de sus hijos. Yo lo tuve por todo el tiempo que viví con mis padres -23 años- pero confieso que si mi madre hubiera tenido un oficio fuera de casa estaría viviendo su vejez de forma más feliz y activa. Me hubiera encantado decirle de pequeña «no me cuides más, lo has hecho genial, ahora enfócate en ti».
Tengo un montón de amigas que pertenecen al grupo «la maternidad es lo más lindo que me ha pasado» pero sin embargo cada vez que hablan lo hacen con nostalgia de la persona que solían ser, llenas de frustraciones al verse día a día con un buche en la blusa y hasta con cierto tono de envidia al ver a sus amigas, si las del colegio con dos brazos, dos piernas y un cerebro, que se convirtieron en mamás pero luego de un tiempo prudencial retomaron la «vida normal».
Si quieres ser mamá 24/7 adelante, haz lo que realmente te haga feliz. Eso sí, no te engañes ni pongas en pausa las voces internas, porque muy probablemente lo que verán tus hijos será una mujer sacrificada que será infeliz el resto de sus días y seguramente los acuse a ellos -los hijos- de todas sus penas.
Arriba las mamis de casa que hornean galletas; arriba las mamis que emprenden con el muchacho encima (que cargan con su bebé todo el tiempo); arriba las mamis que salen a trabajar desde muy temprano y al llegar a casa atienden a sus hijos con muchísimo amor. Arriba todas las mamis que son felices y hacen lo que les dicta el corazón. Son unas duras!
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