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Si lo admito, me sangran los oídos, se me enchila la piel y me da taquicardia escuchar en pleno siglo XXI el «consejo» favorito de muchísimas mujeres: «si quieres tener un matrimonio feliz el secreto está en nunca llevarle la contraria a tu esposo».

Que lo diga la abuelita puede ser un tanto comprensible por el tema de edad y formas de ver la vida, pero que mujeres profesionales de esta época te digan que al hombre no hay que contrariarle porque «ya sabes como son, se irritan, se cansan y te dejan por otra» es como si retrocediéramos al descubrimiento de la rueda.

En serio, quisiera que esta frase no volviera a ser pronunciada por ninguna otra mujer que habite el planeta tierra. No se trata de feminismo, se trata de amor propio, autoestima y derechos individuales. Nadie  -hombre o mujer- debe callar sus ideas, pensamientos, creencias o sentimientos frente a otra persona, NADIE.

Particularmente creo que no existen claves para encontrar la felicidad. Depende de cada quien, en la forma cómo concibe la vida y sobre todo en cómo resuelve situaciones difíciles. El matrimonio no escapa de esto porque se convierte en una montaña rusa, con altos y bajos que solo dos personas pueden afrontar bajo la mirada del amor y sobre todo del respeto.

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No quisiera que mis palabras se mal interpretaran y pensaran:  «bueno esta chica es una conflictiva de primera que llama a la pelea constante». Para nada. Lo que si defiendo como un perro a su hueso es que no se puede vivir bajo la sumisión de no discutir con tu pareja -y cuando digo discutir me refiero a marcar posiciones o defender ideas con respeto- por miedo a que el hombre se vaya de casa.

¿Significa entonces que si el hombre está equivocado en las finanzas del hogar -por no tener los conocimientos que quizás la mujer si maneje- no se le puede decir nada porque se sentirá menos y dejará la casa? ¿Quiere decir que si la figura masculina le exige a su pareja renunciar a todos sus sueños de desarrollo profesional por atender la casa y estar solo para él 24/7 -como un bebé recién nacido-, se debe callar porque si no se buscará a otra mujer/niñera?  Es decir, de presentarse el caso hipotético que el hombre tenga poca paciencia con los niños y de vez en cuando emplee algo más que gritos -que ya es terrible-, la compañera debe reprimir todos sus sentimientos de madre porque «imagínate si le llego a contrariar me deja sola con los muchachitos».

Pues no, no y mil veces no. No se puede vivir bajo la sombra de la sumisión por miedo a perder al marido. De igual forma aplica para los hombres y no se trata de ser «un macho domado», frase tan detestable y usada por el gremio masculino. Se trata que no se puede hacer equipo si uno de los dos atropella al otro, si una de las partes no acepta críticas o si alguno de los que integran la pareja cree que se le debe decir «Amén» a todo lo que diga o haga.

Si llevas un matrimonio complaciente con tu esposo estás viviendo lo más parecido a una ilusión óptica. No es real, no tiene bases sólidas y lo más seguro es que te conviertas en una mujer reprimida con grandes sentimientos de frustración en tu interior.

Así que es momento de reflexionar, de detenerse a pensar qué es lo que realmente te hace feliz, a empoderarte de todos tus sentidos y si tienes hijos a inyectarles altas dosis de autoestima, respeto y sobre todo confianza en sí mismos.

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